El silencio blanco de la soledad
me arrastra hacia ningún lado.
La respiración suspendida,
los pensamientos límite,
a ausencia de deseos,
la ansiedad, la desazón.
Entonces, esa voz firme y urgente
me dice: ¡De pie, de pie!
Aturdida, confusa,
descorro las sábanas,
me paro acatando la orden
y comienzo mi día
sin chistar.
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